La unidad de España.
Estimados lectores, no es la primera vez que escribo sobre el tema. No me importa ser redundante ni voy a dar un discurso político. Solo me mueve a escribir la negación de nuestra historia, que es donde se demuestra nuestra unidad y nuestro origen como el Estado Nación más antiguo de Europa.
Es este un terreno en el que nunca debió entrar la política. Pero la falta de ideas los ha llevado territorios absurdos. El nacionalismo ha intentado por todos los medios destruir eso que nos une, la historia, y también la izquierda, carente de cualesquiera otras ideas les ha seguido la corriente.
España surge con el nombre de Hispania durante el Imperio Romano, fue el primer territorio importante que invadió y el último en doblegarse, pero nos convertimos en unidad administrativa de él, la diócesis Hispánica, dotada del mismo derecho, lengua y religión. Hasta tal punto fuimos Roma que algunas familias de aquí alcanzaron dignidad imperial, véase Trajano, Adriano y Teodosio. Con la evolución del Latín al italiano Hispania acabó siendo España, pero todos los españoles tenían la misma identidad nacional.
El último emperador del Imperio fue Teodosio y a su muerte, ocurrida en el año 395 d. C., repartió su herencia entre sus dos hijos y por ende el imperio quedó igualmente dividido en Imperio romano de Occidente e Imperio romano de Oriente. División administrativa que fuera el inicio de la caída de todo el sistema, pues su debilidad provocó las invasiones bárbaras de las que España no se libró y en el año 409 llegaron sin ser llamados una serie de pueblos germánicos: los suevos, alanos y vándalos. Su hazaña no duró mucho porque solo siete años después, en el 416, llegaron los refuerzos del Imperio, los visigodos. También germánicos, pero mucho romanizados, no en vano ellos fueron los que antes habían invadido Italia, produciéndose su romanización. De hecho justificaron la invasión de Hispania con la restauración de la autoridad imperial.
Antes habían formado el Reino de Toulouse, que abarcaba la Península Ibérica y más de la mitad de la Galia. Pero otro pueblo germano, los Francos, se enfrentaron a ellos y tras la derrota sufrida en la batalla de Vouvillé hubieron de trasladarse hacia el Sur, hacia Toledo, donde en el 507 crearon el Reino Visigodo de España, feudatario de los dos Imperios Romanos, el de Occidente y el de Oriente. Parte de los símbolos reales actuales, como el cetro, el trono y la corona, proceden de aquellos tiempos.
El rey visigodo que impulsó el nacimiento del reino de España fue Leovigildo, aunque dicho deseo no se materializó hasta el reinado de su hijo Recaredo, quien en el 589, tras el III Concilio de Toledo convirtió a los visigodos en católicos. En el sureste español, precisamente una de las zonas con menos sentimiento nacionalista, aún quedaba una franja bajo dominio del Imperio Romano de Oriente, pero fueron expulsados a principios del siglo VII, momento en el cual El Reino de España fue una misma nación con un mismo rey, una misma lengua, un mismo ejército, una misma administración independiente; un mismo derecho, el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo, que se mantuvo vigente hasta el siglo XIX, una misma religión y una misma cultura y costumbres. Ese es el origen de la España actual.
En esta época ni existían los vascos como nación ni se les esperaba, pues aún faltaban 1260 años para que naciera Sabino Arana, autor de la mentira; y para la fundación de la Marca Hispánica y el condado de Barcelona, embrión de la Cataluña actual, aún quedaban 300 años. Quizá ahora comprendan por qué, apenas muerto Franco, la historia de los Godos desapareció de los libros de texto de los niños españoles; y por qué el dictador, qué tanto lidió contra el separatismo ramplón de la II República, reforzó este tema.
Hablando mal, pero apropiadamente, este es el grano en el culo del separatismo que desmonta su historia.
No obviaremos que la invasión del Imperio de Damasco redujo el territorio del Reino de España a Asturias, pero tampoco que desde ese mismo instante, aquellos que se erigieron en reyes visigodos, no pararon ni un sólo año en luchar y tratar de recuperar el territorio perdido, la Reconquista, ni que todos los reyes de España, desde don Pelayo hasta Felipe II, tuvieron como objetivo recuperar el Reino Visigodo, bien sea por vía diplomática, casándose entre sus herederos o bien por las armas.
Antonio Marchal-Sabater.