El tránsfuga o la calidad democrática.

En España se critica fácil y peyorativamente a los tránsfugas. Acepto que a priori la crítica pueda parecer procedente. Sin embargo, hay en ello una muestra de calidad democrática. Veamos.

¿A quién se debe un diputado? ¿A su líder en el partido o a sus votantes?

Según nuestra Constitución, los diputados son inviolable, luego nada ni nadie debería influir en sus decisiones, ni siquiera su partido.

Por otro lado, les pido un razonamiento. Si un diputado está obligado a votar lo que le exige el grupo parlamentario ¿para qué sirve? ¿No sería más adecuado darle un voto cualitativo a cada portavoz, que represente al número de votantes que tiene? Así, en lugar de 350 diputados en el Congreso, tendríamos 8 ó 9, uno por partido, cuyo voto valdrá en función del respaldo popular que tenga.

El transfuguismo en Murcia, lo ha protagonizado la portavoz del grupo parlamentario, lo ha hecho siguiendo las órdenes de Arrimadas, diputada nacional. ¿Es lógico, o democrático, que, desde Madrid, dirija el voto de un diputado autonómico en Murcia? ¡Piénsenlo!

Recordemos que hay países en los que los votantes de un distrito electoral  pueden rescindir el acta de su diputado. Si hacemos un ejercicio mental y lo aplicamos al caso, comprobaremos que, en Murcia, si esos diputados de Cs se hubieran ido al PSOE, y existiera la oficina del diputado, hubueran sido destituidos inmediatamente por los electores.

Reflexión: España no es una democracia, es una partitocracia, en la que el voto del ciudadano pierde todo su valor al día siguiente de las elecciones. ¿No deberíamos cambiar esto, y que cada diputado esté sometido al interés del votante, y no del partido?

Antonio Marchal-Sabater.

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Adiós a la separación de poderes.


Hoy 13 de enero de 2020, preso y cautivo el poder judicial (la fiscalía, hoy en manos del gobierno, es la que insta la justicia). Rota ya la separación de poderes, los golpistas han alcanzado uno de sus últimos objetivos.
El Golpe de Estado iniciado en Cataluña se extenderá al resto del Estado. Adiós a la separación de poderes.
Muy al estilo de las democracias bolivarianas, el gobierno español nombra a uno de sus miembros Fiscal General del Estado. Digan lo que digan los progresistas, hoy España amanece menos democrática. Esto no ocurría desde que Franco andaba vivo por el mundo.
AAntonioMarchal-Sabater

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La prostitución del exilio.


Desde mi más tierna infancia, y ya hace años que pasé el ecuador de mi vida, la palabra exilio me ha evocado dos sentimientos: honor y respeto. Siempre me han enseñado que los exiliados eran personas que tenían que abandonar su país de origen por defender ideales tan importantes como la libertad, la igualdad, la solidaridad o la democracia.
Apenas tenía dieciocho años de vida cuando llegué a Portbou, un pueblo gerundense a orillas del mediterráneo, en la frontera entre España y Francia. Fue a principios de los ochenta, la democracia aún era un bebé. Hablando con los mayores de la localidad, que por cierto algunos eran más jóvenes de lo que yo soy ahora, aprendí qué era el exilio. Ellos habían visto pasar por sus calles, por sus puertos de montaña y por sus montes, caravanas de personas envueltos en harapos que arrastraban todas sus posesiones en pequeños carrillos de mano o en hatillos sobre sus hombros. Eran gentes que no habían hecho nada malo en la vida, su único delito fue vivir en la parte de España que había perdido la guerra.
Aquellas personas acabaron hacinadas en los campos de concentración improvisados en las playas de Argelès-Sur-Mer, Saint Cyprien, Barcarès y Gurs, en unas condiciones tan lamentables como las que hoy soportan sirios, afganos, iraquíes o nigerianos, en nuestro suelo europeo. Perdieron su nacionalidad de origen, fueron alistados en ejércitos que no eran los suyos, condenados a trabajos forzados o entregados a los nazis mientras Franco miraba hacia otro lado.
Unos años después aún tuve el placer de conocer personalmente a alguno de ellos y a sus familias. Su historia dio origen a una de mis novelas cuya segunda edición aún se encuentra en las librerías, “Bajo la Cruz de Lorena”.
Cuando ahora oigo a los terroristas vascos o a los separatistas catalanes huidos de la justicia erigirse en exiliados me dan ganas de vomitar, se burlan de los auténticos, mancillan su honor y su gloria. No lo son, no tienen categoría para ello. Son potenciales delincuentes que huyen de la justicia de un país que cada vez que ha intentado levantar cabeza ha sido atacado vilmente por ellos.
Pero como de todo hay que sacar una conclusión positiva, diré que también me habéis abierto los ojos. Me han ayudado a descubrir que muchos de aquellos a los que yo creía exiliados, y por tanto hombres y mujeres de honor, también fueron delincuentes.
Me refiero a Azaña, que no solo apoyó la insurrección de 1934 en la que Cataluña y Euskadi se proclamaron repúblicas independientes, sino que impidió la segunda vuelta de las elecciones de febrero del 36, usurpó el poder ilegalmente, liberó a los presos catalanes y vascos de las cárceles y les devolvió el poder humillando a la justicia que los había condenado por rebelión. Me refiero a Companys, el nacionalista catalán que creó 200 Comités de Milicias que en total asesinaron a 2441 católicos entre frailes, monjas y curas. Todo ello ocurrido antes de que en España se supiera quién era Franco.
En el treinta y seis no existía la televisión, la radio era un lujo ya que en la mayoría de los hogares españoles no había corriente eléctrica, los periódicos llegaban a algunos lugares con una semana de retraso y casi nadie sabía leer. Eso propició una aureola de victimismo entre las izquierdas y el separatismo que ha calado, generación tras generación, hasta la sociedad actual.
Pues eso también os lo habéis cargado. Hoy todo el mundo tiene varias radios y televisiones, los periódicos emiten las noticias en tiempo real a través de redes sociales. Hoy no os podéis valer del engaño. Todos hemos visto en directo como habéis pisoteado nuestra Constitución, vuestro estatuto, desacatado nuestros tribunales, desoído a los letrados del parlament, impedido a nuestras autoridades hacer su trabajo, alentar a las masas contra el poder legalmente constituido. Hoy habéis abierto la página de la historia que mejor os representa, la de la traición.

Antonio Marchal-Sabater.

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El gorrico

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Reza un refrán popular: Si quieres conocer a Pepico ponle un gorrico. Y eso es lo que magistralmente ha hecho el ministro Zoido con las asociaciones profesionales de Guardia Civil y Policía Nacional, ponerles el gorrico, regalarles los oídos. ¿Qué por qué lo digo? Verán.
Algún día del pasado mes de febrero de 2017, en la sala de café de la comisaría provincial de Palencia, se reunieron policías nacionales y guardias civiles y de aquel café surgió JUSAPOL (Justicia Salarial Policial), un movimiento que por primera vez en la historia de España unía a ambos cuerpos en una lucha por la equiparación salarial con las policías autonómicas, especialmente la catalana.
De aquella reunión salió la primera manifestación de funcionarios de ambos cuerpos que tuvo lugar el sábado 6 de octubre de 2017, en la que miles de agentes, convocados por WhatsApp, se concentraron en la madrileña Puerta del Sol y se dirigieron hacia la calle Génova, sede del Partido Popular. Días después hubo réplicas honrosas en Barcelona, Sevilla y otras ciudades de la geografía española.
Ciudadanos pronto se hizo eco del movimiento y lo apoyó hasta el punto de apretar las tuercas al gobierno ofreciendo como moneda de cambio para apoyar los presupuestos de 2018 la equiparación salarial.
Habría que aclarar en este punto al lector que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad son personal estatutario sin derecho a convenios colectivos, que los sindicatos de policías y asociaciones profesionales de guardias civiles son entidades creadas para la representación de los funcionarios en los respectivos Consejos de sus Direcciones Generales y en las mesas de trabajo de estos, pero carecen del rango jurídico de interlocutores sociales, de hecho, la Guardia Civil como cuerpo de naturaleza militar ni siquiera puede hacer peticiones colectivas.
Pese a lo anterior, el gobierno del PP, que de tonto no tiene ni un pelo, con la intención de neutralizar a ciudadanos, citó el pasado 28 de febrero a los representantes de las asociaciones y sindicatos para ofrecerles un acuerdo, un pacto, un convenio. Pueden verlo como quieran, si hubiera sido al revés, si las asociaciones y sindicatos hubieran citado al gobierno a una mesa de negociación para mitigar las manifestaciones los hubieran detenido inmediatamente, cuando poco le hubieran abierto un procedimiento disciplinario a cada uno de los representantes. Pero la cuestión era frenar al rival político a costa de lo que fuera, ¿y qué decidieron? ponerle un gorrico a los líderes de asociaciones y sindicatos, tan ávidos ellos de protagonismo y estos mordieron el polvo.
¿Qué artes utilizó el Secretario de Estado de Seguridad, Don José Antonio Nieto, para conseguir la división interna, no ya entre los dos cuerpos unidos por primera vez en la historia con el mismo fin, sino entre los agentes de las mismas unidades que compartieron furgonetas, cafés y madrugadas para desplazarse a todos los puntos de España donde la plataforma JUSAPOL los convocaba? no puedo saberlo porque no estuve allí, pero es evidente que consiguió sus fines; o quizá no. A día de hoy el acuerdo se ha firmado, pero las manifestaciones de policías y guardias civiles siguen ocupando las calles de las capitales españolas y la agenda se mantiene.

Antonio Marchal-Sabater.

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El apartheid en las escuelas catalanas.


Si digo que Cataluña se ha radicalizado negativamente no descubro nada que el lector no sepa, no abro un libro nuevo ni escribo una página inédita. Tristemente, los que la hemos conocido en otros tiempos y seguimos teniendo vínculos familiares en aquellas tierras constatamos el giro drástico y violento de su sociedad.
Esto no es lo peor, son solo circunstancias políticas en algunos casos y judiciales en otras. Lo que va a tardar más en resolverse es la fractura social entre sus habitantes, pero allá ellos. Como diría mi santa abuela: con su pan se lo coman.
Lo peor de todo es que los hijos de los funcionarios estatales, especialmente guardias civiles, policías nacionales y militares, sean humillados por aquellos a los que se les paga para que impartan educación y formación; sus maestros, que han llegado incluso a apartarlos del resto de alumnos para que todos puedan identificarlos.
Situaciones similares ni siquiera se dieron en el País Vasco en los años de plomo, es cierto que en términos generales, en poblaciones pequeñas, las familias lo pasaron muy mal, incluso los niños en los colegios, pero la marginación era social, no provenía de sus profesores como ha sucedido en Cataluña.
La Asamblea por una Escuela Bilingüe (AEB) y la Agrupación de Enseñanza de Sociedad Civil Catalana, junto a la portavoz de Educación del Ciudadano, Marta Martín, y el responsable de Educación de Ciudadanos, Xavier Pericay, han denunciado públicamente la existencia de una trama nacionalista que gobierna la escuela catalana adoctrinando a los niños, tergiversando la historia y otros acontecimientos. Concretamente ponen el punto de mira en el Programa 2000 de Jordi Pujol y denuncian que su contenido se ha ejecutado a la perfección.
Sin embargo, ninguna de estas entidades menciona la discriminación que sufren los hijos de guardias civiles y policías nacionales en las aulas, a los que solo falta que algunos profesores les pongan una estrella amarilla para diferenciarlos del resto como sus antecesores nazis hicieron en Alemania con los judíos.
El odio a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado ha calado tan hondo en Cataluña que hasta los padres separatistas se permiten ir al colegio —los profesores no les impiden entrar en las aulas en horas lectivas— e insultar a los hijos de estos como ocurrió en Sant Andreu de la Barca, donde una madre separatista increpó a los hijos de guardias civiles ante el resto de los alumnos de la clase con la connivencia de los profesores, que previamente los habían separado del resto. Al saberlo los padres acudieron inmediatamente a sacarlos de las aulas por temor a que fueran linchados por hordas de niños alentados por sus progenitores y maestros.
Hasta este momento se han registrado en más de 100 colegios catalanes alrededor de 500 situaciones similares, consecuencia de una actuación perfectamente coordinada entre: el Gobierno autonómico, la inspección, los sindicatos, las direcciones, los profesores, las AMPAS y otras entidades sociales como Ómnium Cultural, Plataforma per la Llengua o Somescola, Evidentemente con la aquiescencia por omisión del gobierno nacional. El defensor del pueblo solo reconoce 28 de estos casos, si bien matiza que aunque fuera solo uno sería suficiente para preocuparse.
La triste realidad es que solo esta institución y la fiscalía de Delitos de Odio se han hecho eco de la grave situación que sufren los hijos de los funcionarios en los centros públicos de educación, más propia de los tiempos del apartheid sudafricano que de los actuales. Lamentablemente los separatistas han convertido Cataluña en el nuevo reducto europeo del nazismo más puro.
Antonio Marchal-Sabater

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La unidad de España

La unidad de España.
Estimados lectores, no es la primera vez que escribo sobre el tema. No me importa ser redundante ni voy a dar un discurso político. Solo me mueve a escribir la negación de nuestra historia, que es donde se demuestra nuestra unidad y nuestro origen como el Estado Nación más antiguo de Europa.
Es este un terreno en el que nunca debió entrar la política. Pero la falta de ideas los ha llevado territorios absurdos. El nacionalismo ha intentado por todos los medios destruir eso que nos une, la historia, y también la izquierda, carente de cualesquiera otras ideas les ha seguido la corriente.
España surge con el nombre de Hispania durante el Imperio Romano, fue el primer territorio importante que invadió y el último en doblegarse, pero nos convertimos en unidad administrativa de él, la diócesis Hispánica, dotada del mismo derecho, lengua y religión. Hasta tal punto fuimos Roma que algunas familias de aquí alcanzaron dignidad imperial, véase Trajano, Adriano y Teodosio. Con la evolución del Latín al italiano Hispania acabó siendo España, pero todos los españoles tenían la misma identidad nacional.
El último emperador del Imperio fue Teodosio y a su muerte, ocurrida en el año 395 d. C., repartió su herencia entre sus dos hijos y por ende el imperio quedó igualmente dividido en Imperio romano de Occidente e Imperio romano de Oriente. División administrativa que fuera el inicio de la caída de todo el sistema, pues su debilidad provocó las invasiones bárbaras de las que España no se libró y en el año 409 llegaron sin ser llamados una serie de pueblos germánicos: los suevos, alanos y vándalos. Su hazaña no duró mucho porque solo siete años después, en el 416, llegaron los refuerzos del Imperio, los visigodos. También germánicos, pero mucho romanizados, no en vano ellos fueron los que antes habían invadido Italia, produciéndose su romanización. De hecho justificaron la invasión de Hispania con la restauración de la autoridad imperial.
Antes habían formado el Reino de Toulouse, que abarcaba la Península Ibérica y más de la mitad de la Galia. Pero otro pueblo germano, los Francos, se enfrentaron a ellos y tras la derrota sufrida en la batalla de Vouvillé hubieron de trasladarse hacia el Sur, hacia Toledo, donde en el 507 crearon el Reino Visigodo de España, feudatario de los dos Imperios Romanos, el de Occidente y el de Oriente. Parte de los símbolos reales actuales, como el cetro, el trono y la corona, proceden de aquellos tiempos.
El rey visigodo que impulsó el nacimiento del reino de España fue Leovigildo, aunque dicho deseo no se materializó hasta el reinado de su hijo Recaredo, quien en el 589, tras el III Concilio de Toledo convirtió a los visigodos en católicos. En el sureste español, precisamente una de las zonas con menos sentimiento nacionalista, aún quedaba una franja bajo dominio del Imperio Romano de Oriente, pero fueron expulsados a principios del siglo VII, momento en el cual El Reino de España fue una misma nación con un mismo rey, una misma lengua, un mismo ejército, una misma administración independiente; un mismo derecho, el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo, que se mantuvo vigente hasta el siglo XIX, una misma religión y una misma cultura y costumbres. Ese es el origen de la España actual.
En esta época ni existían los vascos como nación ni se les esperaba, pues aún faltaban 1260 años para que naciera Sabino Arana, autor de la mentira; y para la fundación de la Marca Hispánica y el condado de Barcelona, embrión de la Cataluña actual, aún quedaban 300 años. Quizá ahora comprendan por qué, apenas muerto Franco, la historia de los Godos desapareció de los libros de texto de los niños españoles; y por qué el dictador, qué tanto lidió contra el separatismo ramplón de la II República, reforzó este tema.
Hablando mal, pero apropiadamente, este es el grano en el culo del separatismo que desmonta su historia.
No obviaremos que la invasión del Imperio de Damasco redujo el territorio del Reino de España a Asturias, pero tampoco que desde ese mismo instante, aquellos que se erigieron en reyes visigodos, no pararon ni un sólo año en luchar y tratar de recuperar el territorio perdido, la Reconquista, ni que todos los reyes de España, desde don Pelayo hasta Felipe II, tuvieron como objetivo recuperar el Reino Visigodo, bien sea por vía diplomática, casándose entre sus herederos o bien por las armas.
Antonio Marchal-Sabater.

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La falacia de la izquierda

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El que suscribe pasa buena parte de su tiempo, además de dándole a la tecla, debatiendo en los estudios de radio y otros foros sobre temas de actualidad. En esas tertulias una de las razones que esgrimen los contertulios más progresistas contra nuestra actual Constitución, la del 78, es que se escribió entre ruido de sables. Evidentemente ni yo ni ellos estábamos en la Comisión Parlamentaria que la redactó. Pero sí he oído a líderes muy significativos de la izquierda de la época negar tal afirmación, entre ellos Alfonso Guerra.
Otra de las maldades que han grabado a fuego en el conocimiento colectivo de sus correligionarios es que la actual monarquía es ilegal porque fue impuesta por un dictador (Franco). Esta quimera también la enarbolan los separatistas en un intento atroz de convencernos de que ellos son los demócratas de pro y el resto, ustedes y yo, lo somos de pacotilla.
Así que harto de estar harto, que diría mi admirado Serrat, me pongo ante el teclado para aclarar por escrito, como deben hacerse ciertas aseveraciones para que no se las lleve el viento, porque nuestra Constitución es más democrática y legítima que la de 1931 por goleada.
La Constitución de 1978, la actual, la que nos ha proporcionado 41 años de paz y progreso y nos ha puesto al nivel de cualquier país democrático del mundo y especialmente de Europa, fue redactada por una comisión parlamentaria de unas Cortes que habían sido elegidas por sufragio universal el día 15 de junio 1977, las primeras elecciones libres después de la dictadura de Franco. Previamente se habían legalizado todos los partidos políticos. Esa comisión presentó el borrador al Pleno del Congreso de los Diputados y éste lo aprobó con fecha 31 de octubre de 1978. El 6 de diciembre de ese año fue sometida a referéndum y resultó aprobada por el 87,78 % de los votantes, casi el 60 % del censo electoral de la época, convirtiéndose así en la única constitución de la historia de España que ha sido refrendada y aprobada por el pueblo español. Y he aquí la diferencia en la calidad democrática con el resto de las que hemos tenido, y hago especial referencia a la de junio de 1931, la de la II República, que fue aprobada el 9 de diciembre de 1931 por las Cortes constituidas tras las elecciones del 28 de junio convocadas por un gobierno provisional de una República que nadie había votado ni votó jamás; se impuso de forma revolucionaria tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 por una serie de circunstancias que serían largas de explicar ahora. La clave es que se impuso y derrocó a la monarquía de Alfonso XIII que se sustentaba en la Constitución española de 1876, promulgada el 30 de junio de 1876 por Práxedes Mateo Sagasta, y que sería la base de la Restauración borbónica. dato que quiero resaltar para dejar claro que, a la muerte del dictador esa monarquía vuelve a España de manos de la Constitución del 78, la primera y única Constitución española ratificada por el pueblo español, y lo hace en la figura de un nieto del Rey derrocado, Don Juan Carlos I de Borbón y Borbón.

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Violencia de género


Negar a estas alturas la lacra social que representa la violencia de género es negar que el sol sale todos los días, al menos hasta hoy. Es evidente que en el mismo error cae quien cree que no existe violencia de otro tipo dentro de los hogares españoles, pues muchos hombres también resultan agredidos por sus esposas en parejas heterogéneas y otras muchas personas en parejas homosexuales. Motivo por el que muchos abogan por sustituir el nombre de violencia de género por el de violencia de pareja. Dicho cambio no reflejaría la realidad, estas agresiones no están relacionadas con el sexo ni con el papel preponderante que las sociedades patriarcales conceden al hombre.
La violencia acompaña al ser humano porque la selección natural la ha protegido como gen necesario para subsistir, eso no quita que debamos corregirla y eso solo se puede hacer a base de educación. Esta constatado que en sociedades donde no existe una jerarquía formal de privilegios de unos grupos sobre otros y hombres y mujeres ejercen el mismo poder, los índices de violencia sobre la mujer son menores que en las que de forma atávica se ha establecido el patriarcado, sistema que integra un mensaje que reafirma a los más poderosos sobre los demás. Es en éstos donde la violencia adquiere el carácter de herramienta básica, dejando solo una salida al más débil, la sumisión y el sometimiento, ambos originados por una asimetría que quizá fue necesaria en algún momento de nuestra evolución, pero que hoy es arcaica.
Sentenció Aristóteles, en su obra Ética a Nicómaco, que lo justo es “tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales”, sostenía el filósofo que la primera parte de su aserto estaba asociado al más puro y universal concepto de justicia y la segunda al de justicia para las minorías, y he ahí el origen de la actual Ley Integral contra la violencia de género. Ley 1/2004.
No pasaré por alto que es un recurso del derecho penal muy potente, no quiero decir excesivo porque estoy convencido de que bien aplicado es correcto, aunque algunos profesionales del derecho lo estén utilizando subrepticiamente para conseguir mejores condiciones para sus clientas en divorcios ordinarios; todos conocemos el caso de algunas detenciones sangrantes, pero no es culpa de la ley ni del legislador sino de quién no utiliza el recurso para lo que fue ideado. Este fenómeno sería cuestión de análisis en otro artículo. En España, país de pillos y pícaros, debemos estar siempre prevenidos para estas prácticas que deberíamos perseguir con más ahínco en lugar de dejarnos llevar por el populismo que determinados partidos están haciendo de ello.
Es cierto, como regla general, que en ningún caso el aumento de las penas ha mostrado eficacia alguna como mecanismo de prevención contra la comisión de nuevos delitos, y por supuesto en el modelo que nos ocupa tampoco. Los homicidios contra la mujer dentro de la pareja heterosexual no han disminuido a pesar del rigor de la ley y el incremento de las penas, lo que evidencia que no es el instrumento más adecuado para solucionar problemas sociales complejos, y es ahí donde se agarra otro tipo de populismo punitivo, en criminalizar los problemas sociales mientras recortan en ayudas.
El derecho penal no se ocupa de las causas estructurales de los problemas sociales ni pretende combatirlos, su misión es averiguar si hay una persona concreta a la que pueda considerarse culpable, pero eso no soluciona el origen del problema ni actúa contra los factores de riesgo: el alcoholismo, las drogas o la marginación social provocada por situaciones de desempleo que incrementan la probabilidad de que una mujer sea maltratada por su pareja. No debemos obviar que la mayoría de los casos de violencia de género se circunscriben a un marco social de subordinación de la mujer, de desigualdad. Evidentemente no todos, pero es desde ese escalón desde el que debemos abordar los factores que provocan el maltrato si queremos realizar campañas eficaces de lucha contra este fenómeno.

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Suspiros de España.


Me pongo hoy ante el teclado con el corazón herido. La historia de España no da respiro a quien la amamos y deseamos su grandeza. Sé que con solo leer estas palabras habrá quien ni siga leyendo, y sé que otros se aferrarán con fruición al papel.
En 1812 los españoles nos dimos una Constitución democrática en la que, al uso británico, combinábamos democracia y Monarquía. Tristemente “el deseado” resultó ser un patán que no supo aprovechar la oportunidad histórica. Al infame le siguió su hija —cuando Dios aprieta, ahoga— y las guerras carlistas.
Tras su escandalosa huida llegó la Primera República. Una nueva oportunidad de ser grandes y abandonar la lacra de los reyes absolutistas, pero llegó el cantonalismo, una rémora de las guerras carlistas que evolucionó hacia el nacionalismo separatista que tantos quebraderos de cabeza y muertos nos ha dado, y los que aún nos dará. Federal en sus inicios, antes de que las Cortes Constituyentes elaboraran y aprobaran la nueva Constitución, Alcoy, Cartagena, Murcia, Valencia y otros tantos descerebrados se erigieron en cantones independientes y algunos de ellos, como Jumilla, se apresuraron a declarar su independencia y la guerra a los cantones vecinos.
Los generales tienen mala fama, sobre todo entre quienes no leen y se dejan influir por lo que les dice el primer petimetre que se sube a una tribuna o a un púlpito. La cuestión es que aquel despropósito acabó con la intervención del General Pavía —que por cierto, nunca entró a caballo en el Congreso— pero sí espada en mano, poniendo fin a aquella primera fase y abriendo la segunda; una República unitaria más parecida a la francesa. Convocó a todos los partidos políticos, excepto cantonalistas y carlistas (separatistas en definitiva), y formó un gobierno republicano de concentración a cuyo frente puso al general Serrano. Lo pueden llamar dictadura, pero mantuvo el poder de las cortes y los partidos políticos. Demasiado bonito para ser real. La intransigente derecha, Cánovas al frente, inició maniobras políticas para acabar con la república y restaurar la monarquía, pero apenas diez meses después, otro general, Martínez Campos, se le adelantó y por medio del golpe de Estado nos impuso a Alfonso XII, hijo de Isabelita de Borbón y nieto del impresentable Fernando.
Resumir la España de la Restauración en un párrafo es difícil, pero no imposible, la describe un solo término: turnismo. Las Cortes promulgaron una Constitución en la que se daba forma a una monarquía Constitucional, a estas alturas ya superada por muchos de nuestros vecinos, que se mantuvo cincuenta años gracias a que se les dio la oportunidad de robar a unos y a otros de forma alterna. ¿Cómo? Pues con una nueva figura, la del cacique; una serie de reyezuelos erigidos en cada pueblo y aldea, dueños de las tierras, del trabajo y por ende de las voluntades, que decidían el resultado de las elecciones sin necesidad de tongos.
Fue precisamente esta circunstancia la que nos trajo la II República tras la dictablanda de Primo de Rivera, a la que el PSOE nunca puso reparos, algo que las izquierdas nunca olvidarían. La cuestión es que el 12 de abril de 1931 se celebraron las primeras elecciones tras la dictadura, eran municipales, y no las ganaron las izquierdas, pero aduciendo que el resultado fue decidido por los caciques, éstas se lanzaron a la calle, el rey se asustó, puso tierra de por medio y en un suspiro y sin esperárnoslo llegó la II República.
No fue un método democrático, pero una vez aquí… España volvía a tener una oportunidad. Pero llegó el 33 y ganó la derecha, la izquierda que como ahora se creía con el patrimonio de la democracia no pudo tolerarlo. Azaña se exilió voluntariamente, los catalanes declararon unilateralmente la independencia, los mineros asturianos proclamaron la revolución comunista y el gobierno hubo de imponer el Estado. Así llegó febrero del 36 y ante la presunción de volver a perder las elecciones, antes incluso de celebrar la segunda vuelta, sin Cortes legalmente constituidas, Azaña usurpó el gobierno, liberó a los independentistas y los restituyó en sus cargos sin mediar elecciones. Así llegó julio del 36, el 78 y el 2017. Sin atisbo de inteligencia, la izquierda, incapaz conjurar un discurso que encaje con el mundo liberal actual se une al separatismo, mientras la derecha no se apea de los altares y los crucifijos, torpe para encajar el liberalismo y el Estado Social.
Dedicado a Don Miguel de Unamuno que nunca comprendió a ninguna de las dos Españas.
Antonio Marchal-Sabater

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Sin motivos para la euforia


Hoy como siempre, me siento al teclado con la intención de escribir algo que les provoque una reflexión, un pensamiento, una idea… Pero por desgracia, como dijo García Lorca en uno de sus famosos versos: la luz del entendimiento me hace ser muy comedido; y es que hoy me he levantado pesimista, el panorama político no me permite ver el futuro de otra manera y les voy a hacer partícipes de mi desazón, aunque sé que no me lo han pedido.
Verán, tal y cómo yo veo el empeño de Pedro Sánchez por desatascar la situación estatal no me transmite nada positivo. Hoy la mayoría de los periódicos apuntan a que el presidente en funciones, tras haber asegurado públicamente que las negociaciones con ERC van viento en popa, se siente con fuerzas para ser envestido el próximo 19 de diciembre y a mí su euforia me suscita dos escenarios, a cuál de ellos peor. Veamos:
Si realmente el gobierno Frankestéin, como todos lo llaman, sale a delante y la porción del PSOE en el mismo no pierde la cabeza y los nacionalistas no se apean de sus intenciones secesionistas, el gobierno no podrá aprobar los presupuestos generales que tan urgentemente necesitamos ni las medidas económicas que la sombra de una recesión mundial ameritan ni ninguna otras que de verdad nos hagan pensar que estamos en marcha y desbloqueados. Así que en primavera estaremos de nuevo en la casilla de salida por cuarta vez en tres años.
La segunda posibilidad es peor. Imaginemos, que no es difícil, que para empezar a avanzar en lo urgente la monstruosidad de gobierno que se pergeña se ve presionado a llevar al parlamento propuestas de autodeterminación, referéndums ilegales, estatutos ya anulados por el Constitucional y otras cosas similares a las que vimos en el Parlament en septiembre de 2017. En aquella ocasión aún existía el Estado y se reaccionó con el famoso 155, la suspensión del gobierno, la detención de los secesionistas y su puesta a disposición judicial. Pero, y he aquí el motivo de mi desazón, ¿Qué ocurriría si situaciones similares se dieran en las instituciones estatales? ¿Qué árbitro tenemos? ¿A qué autoridad podremos recurrir, si en la actualidad no hay ninguna prevista en la Carta Magna para cortar de raíz el despropósito paralegal? La respuesta es desconcertante. Todo el mundo tendría que improvisar y lo haría fuera de la ley. Ni en ese caso el Rey tiene competencias legales para asumir la jefatura real del Estado, su autoridad está subordinada a las Cortes y es evidente que estas, las actuales, no estarían por la labor, solo hay que ver cómo han jurado sus señorías el cargo. El Ejército estaría en las mismas, el Constitucional igual y del poder judicial ni hablar, carecería de la autorización de las cámaras para procesar a los traidores. Imaginando este panorama me lleno de sudor frío, palidezco y tengo que abandonar el ordenador, pues vienen a mí escenas del último bienio de la Segunda República, cuando el Frente Popular y el separatismo se unieron para llevar a España a ese brete. Recuerdo entonces una frase de Oswald Spengler que mi admirado y reciente premio Planeta, Javier Cercas, pone en boca de Primo de Rivera en su novela Soldados de Salamina cuando recrea aquellos días: «Siempre ha sido un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización». Dicen que fue verdad, que José Antonio la repetía como un mantra y a mí, hoy, cargado de pesimismo no se me va de la mente porque eso nos pondría de nuevo en la casilla de salida, pero no en la de 2016; sino en la de La rebelión cantonal del 12 de julio de 1873 que puso fin a la Primera República y nos dejó en las puertas de la guerra civil, la guerra cantonal; o en la más reciente de julio de 1936 en la que un pelotón de soldados encabezados por el General Mola y Miguel Cabanellas Ferrer, que además era cartagenero y sabía hasta dónde puede llegar el nacionalismo cantonalista, se vieron obligados a improvisar para salvar la República. Franco llegó después y con él el escándalo, pues ya ni la República ni el orden Constitucional ni nada honesto tenía cabida en España, solo la barbarie que la irresponsabilidad del Frente Popular (la izquierda y el separatismo de entonces) habían provocado con su irresponsable unión; justo igual que ahora.
Vuelvo a mi escritorio después de haber bebido un buen trago de agua fresca, vuelvo a reflexionar y veo otra salida, ésta más digna, más inteligente, pero inalcanzable con Sánchez al frente del cotarro político. Un gobierno de concentración, un gobierno tecnócrata con socialistas históricos al frente, de momento son los únicos que están poniendo cabeza a todo esto, que sustentados por el PP puedan abordar un presupuesto acorde, una reforma constitucional progresista y sensata e incluso una nueva organización territorial.

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